Hay tontos para todos los gustos. Hace unos meses escuché a un niño de papá pavonearse ante un par de amiguitas de su analfabetismo profundo. Se creía catedrático en las artes de la seducción intelectual y citó para la posteridad- de la estupidez- que "Barcelona es una de las pocas ciudades del mundo donde el sol no se pone por el mar". ¡Asombroso! Por no descalificarlo ante su atónito auditorio, simplemente corrió una inyección de ira geográfica por mis venas.
Como hay cosas demasiado complejas para algunos, mejor que él crea que es fruto de la casualidad. O una especie de determinismo, ya puestos. Poco más al Sur nos ha recibido Tarragona, antigua ciudad romana, en la búsqueda de una vida menos ruidosa y ocupada que la barcelonesa.
Esperemos disfrutarla por mucho tiempo, aunque sólo podamos ver desde su fachada marítima cómo el sol se levanta cada mañana. Si al menos viviésemos en Reykjavik...
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