De puerto ballenero a balneario de religión surfista, así sería un resumen tacaño de Biarritz, una ciudad que siempre ha mirado al mar.
Ni Víctor Hugo ni la Emperatriz Eugenia (esposa de Napoleón III) pudieron resistirse a un lugar dotado de tantos encantos que parece tocado por una varita mágica: la de su irresistible costa, en la que el Cabo de Saint-Martin y la Rocher de la Vierge marcan el fin de las playas arenosas al Norte y el inicio de los acantilados vascos.
Por mucho que se mezclen palacios con apartamentos, iglesias y fachadas de cristal, patisseries o tiendas Quicksilver, mientras podamos dar la cara a este mar, rocas y playas, sitios como Biarritz siempre van a poder presumir de reunir calidad... y otra historia será soportar en nuestro pellejo las aguas balnearias del Cantábrico.
Menudas fotazas!! No me extraña que estés orgulloso de este trabajo fotográfico, te han quedado espectaculares. Lo mejor de todo es saber que quedarán como ilustración a nuestros recuerdos ^_^
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