Mientras los expertos debaten sobre si estamos ante el comienzo de una sequía y los caciques nos tranquilizan diciéndonos que nuestros embalses están al 60% de su capacidad en lugar de impulsar políticas orientadas a la demanda- eso sólo cuando el miedo al desabastecimiento empiece a cundir-, nuestros edificios, monumentos y cabezas se cubren con un denso casco de éter, merced a nuestros vigorosos hábitos de movilidad.
El resto de podredumbre es tan común como las colillas a las puertas de un hospital.
Muchas veces he pensado en ir voluntariamente a limpiar la ciudad y los alrededores, con una buena protección (guantes gruesos para no pincharme y cosas así), lo que pasa que luego me desanimo pensando que por cada lata que yo recoja del suelo, tirarán 7 más... =/
ResponderEliminarA ver si entre todos nos concienciamos para ser más respetuosos con el planeta.
Un besito :-)