Están como alterados, revolucionados, las copas de aquellos tres o cuatro árboles que tienen colonizados parecen casi un macrobotellón, cada día al amanecer y durante la puesta de sol. Y todo el mundo levanta la cabeza y echa una sonrisa escuchando esta especie de locura social.
Vuelan de forma caótica en bandadas convulsas azotadas por una epilepsia colectiva, no paran de piar, todos a la vez, seguramente reprochándose hasta el color de las plumas; y esta mañana se han callado. Súbitamente, justo cuando el sol, tapado por las nubes, debía estar levantándose por encima del horizonte. De tanto alboroto me queda una duda, no sé si era debate o discusión.
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