De repente todos nos volvemos cultos e intelectuales, nos llevamos la mano a la barbilla y miramos detenidamente, aunque no entendamos mucho. Luego salimos sintiéndonos realizados por haber cubierto nuestro cupo de actividad cultural, sin darnos cuenta que, generalmente, visitamos los museos cuando estamos de viaje y pasamos de largo con los de casa. En España, como siempre, la realidad supera a la ficción: el tercero más visitado (el primero en Cataluña) es el de un equipo de fútbol; ver para creer.
En Amsterdam hay dos museos imprescindibles para justificar tu visita a la ciudad. El primero es el Museo Nacional de la ciudad, Rijksmuseum, recién recuperado para la ciudad por los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz, cuya intervención ha transformado un edificio brillante en único: en continente y contenido. Después de una década de obras por fin reabrió sus puertas en Abril de 2013, con la gran expectación que justifican sus obras (Rembrandt y Vermeer, por ejemplo) y el habitual mimo que ponen los habitantes de esta parte del mundo en el urbanismo, la arquitectura y todo lo que sea la intervención en el territorio. El resultado es realmente envidiable; por dentro y por fuera.
Al otro lado del Museumplein- una alfombra verde para los perros, las bicicletas y los no estresados- está el Museo Van Gogh, una pinacoteca con más de 200 pinturas y 400 dibujos del genial autor que nadie se quiere perder; y las colas dan fe de ello. En su interior la masa circula sin pausa, en fila y junto a la pared, a un metro de esas pinceladas de texturas únicas, entre el estrés de hacerse una foto con el lienzo a su espalda y no formar un atasco. Pero algo llamó mi atención...
Allí estaba él, enfrascado en la misma procesión que el resto, con su tableta y audio-guía contándole historias y secretos, consultando detalles en su pantalla táctil, aumentando una fotografía de la obra junto a la que estaba pasando, dirigiéndose a la siguiente... ¡sin mirar siquiera el original! Todo muy multimedia e interactivo, pero tan inútil como hablarle a un pavo. Tan improductivo como explicarle a él mismo dónde estaba y el valor intangible de lo que tenía delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario