La elegancia, el urbanismo de retoque, las farolas de cuento y la fama se quedan en San Juan de Luz, que ya con su propio nombre llama a visitar. Ciboure, sin embargo, es más hosco, gris y húmedo, más despegado del visitante, pero con esa sencillez encantadora de los colores suaves y la madera deslucida que huye de la parodia y las pijadas.
Ambas localidades comparten puerto, uno de esos en los que encuentras redes enmarañadas entre cabos y cajas de pescado, pescadores que pasan sus horas allí porque no saben estar, de ninguna manera, en otro sitio que no sea en el mar, gaviotas aburridas de tanto gritar y alguna barca que se llame "Linda".
debo repetirme mucho, pero es que en cada entrada ¡¡me parecen impresionantes las fotos!! ^_^ Aparte de la pintoresca estampa, también recuerdo con mucha gratitud ese crepe tan rico de nutella...ñam ñam
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