La semana pasada nos escapamos a Bilbao y Santander, aprovechando que trabajar muchos días seguidos deja un buen poso de días libres por consumir. Recién llegados a la capital cántabra, empezando a conocer sus calles y elegantes fachadas antes de salir a pasear por la bahía y sus playas, nos encontramos con una escena peculiar- y casi de otro tiempo- en la Plaza de Pombo.
Al principio pensamos que serían actividades infantiles de domingo, pero a poco que observamos detenidamente vimos auténticos fajos de estampas y cromos en manos de padres y niños. Parecía una reunión de expertos vendedores de segunda mano, tratantes de la ruta de la seda negociando con piedras preciosas, lino y valiosas especias...
El fin de semana es el momento de los rastros, los filatélicos, los numismáticos y los mercadillos de variedades, ¿por qué no iba serlo también de los niños que quieren completar su colección de cromos? ¡Bravo por esos padres y sus hijos, no todo son maquinitas estupidizadoras!
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