En el extremo meridional de Sri Lanka la ciudad fortificada de Galle aguanta el paso del tiempo, de los estilos arquitectónicos, de las religiones y de los tsunamis.
Ya desde muy antiguo fue un destacado puerto comercial, aunque su apogeo lo alcanzó entre los siglos XVI y XVIII bajo la dominación portuguesa y holandesa. Su interior lo recorren calles enmarcadas por edificios coloniales, mezquitas e iglesias, en un extraño ambiente relajado a años luz del típico bullicio asiático; su exterior es una espléndida muralla que no para de medir sus fuerzas con el Océano Índico, un recorrido sobre la Historia que patear disfrutando de la brisa marina.
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