Seguro que Iker Jimenez estaría encantado aquí: en su ambiente para soltar la imaginación, cómodo en una noche tormentosa y feliz creyente de escalofriantes cacofonías donde sólo hay ratas correteando. Entre las playas de la Rabassada y la Savinosa, donde Tarragona deja de ser ciudad y la costa pierde su nombre a favor de los chiringuitos y la masacre del ladrillo, antes se trataba a los enfermos de tuberculosis.
Un pequeño saliente rocoso, privilegiado, rodeado de una densa masa de pinos y acotado por dos playas es un buen lugar para cualquier cura, hoy de espanto ante la dejadez. Lo que podría ser un perfecto edificio para actividades sociales, educativas o culturales es sólo un despojo para el vandalismo.
Todo desvencijado y violentado, pasto para la degradación y la depravación, reflejo de la ruina en las entrañas humanas. Estas paredes y ventanas espectrales, hoy pintadas, rotas, carcomidas y roídas, han tenido que ver de todo, pero ahora supuran abandono.
Vendrán tiempos mejores, como el sueño profundo del que sale la vida tras el invierno.
pues a mí me encantó el lugar, es como mágico, y es un buen ejercicio de imaginación. Viendo tan sólo despojos tu mente es la única autora de ponerlos en el tiempo y construirles valor de nuevo... Una pena que esté desaprovechado, eso sí, pero bueno...
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