El lunes, de camino al trabajo poco antes de las seis de la mañana, me fijé en una devastada fachada de esas cuyas fotos llevan tiempo aguardando, y lo que vi fue sorprendente: el ahorcamiento de una paloma, una de las muchas y asquerosas que coexisten con nosotros y el asfalto. Pensé que no tardarían mucho en retirarla y que debía darme prisa en fotografiarla si no quería perder semejante oportunidad de crítica a la higiene y estética de las ciudades.
El viernes, ayer mismo, aún seguía ahí, sobre las cabezas de los peatones y junto a la terraza de una cafetería. Inadvertida, invisible. Como es lógico, ponerme a hacer fotos, allí donde a simple vista no hay nada más que la desidia cotidiana, despertó la curiosidad de la gente, que empezó a fijarse. Alguno preguntó por qué lo hacía- al fin y al cabo no era un coche de lujo, ni un famoso deportista o un "top ten" de guía turística-, como si tener una paloma muerta a dos metros sobre su aparato digestivo no fuese motivo suficiente para la crítica, como si un colchón de plumón y mugre no fuese un ejemplo evidente de lo que tenemos que aguantar los que pagamos impuestos.
Siento lo desagradable de la escena, el mensajero nunca es el culpable.
Grotesca escena sinónimo de lo que es este país. Nuestras calles sólo se limpian a sabiendas que un título paseará por ellas.
ResponderEliminar¡Qué razón tienes! Recuerdo cuando Felipe de Borbón y Grecia visitó mi facultad, ni siquiera se podían aparcar bicicletas...
EliminarQue buenas fotos... no creo que haya muchas imágenes de una paloma ahorcada... Ahora bien, representa el despojo al que estamos sometidos continuamente, que ni siquiera pueden controlar a estas inofensivas aves, ni cuando muertas...
ResponderEliminarSaludos desde Argentina!
http://conchadeviaje.blogspot.com.ar/
Muchas gracias; el mérito es de la paloma, tan quieta ella...
EliminarMe apunto tu blog ;)