Visitar los lugares sobre los que has leído, ficción o no, te permite vivir la experiencia desde una doble perspectiva: como turista cuerdo, en tu rutina de viaje de acá para allá, expandiendo los sentidos- especialmente la vista- en la realidad, y como momento emocional, individual e introspectivo; tú ya has estado allí, desde el asiento del tren o en la cama, pero ahora sientes el aire fresco y tocas la hierba entre las rocas, ves, vives lo que antes sólo, solo, habías imaginado.
Durante la mañana, según recorríamos la península de Snæfellsnes, el cielo se mantuvo encapotado sobre las montañas que caían a plomo en el mar. No paraba de repetirme que en algún momento tendría que librarse de esas nubes para dejarme tener mi pequeña charla interior con Julio Verne... Y así fue, sentados sobre los acantilados negros de Arnarstapi la luz por fin brilló impoluta sobre la cumbre del Snæfells y el glaciar se convirtió en un manto de seda blanca. ¿Acaso no lo merecíamos?
El Snæfellsjökull es una de las principales localizaciones en la saga de Laxdœla, escrita a mediados del siglo XIII; Julio Verne publicó su novela "Viaje al centro de la Tierra" en 1864; cien años después el Premio Nobel islandés Halldór Laxness le daba al volcán un papel destacado en su obra "Bajo el glaciar"; el 28 de Junio de 2001 se declaraba el Parque Nacional Snæfellsjökull (Þjóðgarðurinn Snæfellsjökull, en islandés); el volcán, cuya última erupción se calcula que tuvo lugar hace dieciocho siglos, ocupa un importante lugar en la sensibilidad e identidad de los islandeses, siendo augurio de buena suerte poder verlo los días despejados desde Reykjavík, a unos 120km. Hoy, el glaciar que abre paso al centro del planeta, se derrite.
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