26 de enero de 2012

¿Fumas?

Sólo hay algo más insalubre que un vertedero... la ciudad que lo alimenta.
Mientras los expertos debaten sobre si estamos ante el comienzo de una sequía y los caciques nos tranquilizan diciéndonos que nuestros embalses están al 60% de su capacidad en lugar de impulsar políticas orientadas a la demanda- eso sólo cuando el miedo al desabastecimiento empiece a cundir-, nuestros edificios, monumentos y cabezas se cubren con un denso casco de éter, merced a nuestros vigorosos hábitos de movilidad.
El resto de podredumbre es tan común como las colillas a las puertas de un hospital.

21 de enero de 2012

Hondarribia: Jaizkíbel, Txingudi

La costa cantábrica es caprichosa y quebrada, con ese juego de entrantes y salientes que parecen el pulso nervioso de un niño inventando un mapa o una cordillera en el horizonte. Al Norte de Hondarribia- hasta 1980, Fuenterrabía-, el Cabo Higuer rompe el arco que baña el Golfo de Vizcaya y protege la Bahía de Txingudi, mansas marismas y arenales que hemos colonizado y dibujado con un curioso perfil de espigones y pistas de aterrizaje encajados con la rendición del Bidasoa.
Los vascos son como los galos en los cómics de Astérix para los romanos: irreductibles, le dan la cara al mar y al monte. No descuidan su territorio: lo conocen, lo transmiten, lo respetan y lo disfrutan, vitaminas para el nacionalismo pero a la vez semillas de éste, que se agarra a la tierra que pisamos como ninguna otra política.
Hondarribia vive la dialéctica del verde y el azul: bajo los balcones de la calle San Pedro del barrio portuario tomando unas croquetas caseras, entre las murallas de la parte vieja (Alde Zaharra) que se asoma a Hendaya y en la Ermita de Guadalupe, en las faldas de Jaizkíbel; mar por un lado, prados y bosques por otro, paredes blancas, tejas rojas, callejas empedradas. Y el Alarde es en verano.

9 de enero de 2012

Schwarzwald, selva a la alemana

Aunque no en exclusiva, la infancia es la edad de la imaginación, la de creer en mundos fantásticos. Yo ya no era tan pequeño la primera vez que escuché hablar de la Selva Negra- tal vez estaba más cerca de los quince años que de los diez-, pero con la Geografía, los topónimos y los paisajes siempre he tenido una especie de filiación genética.
En mi mente aparecía como un apelmazado bosque de coníferas con las ramas quebradas, con una bruma tan densa que las sombras eran negras como una familia de grillos, con lagos espectrales y temperaturas horrendas, tanto que nada ni nadie se atrevía a habitar aquellas tierras. En verano algo de luz se filtraba, pero apenas se advertían el cielo y unos leves toques verdes por el suelo y las copas, como un león enjaulado que te permite acercarte porque huele su comida.
Hasta aquí las suposiciones. Al sur de Alemania y de la gran llanura que barre Europa desde el norte de los Cárpatos hasta el Canal de la Mancha, con los costurones de los ríos Vístula, Óder, Elba y Rin, la realidad es la de una inabarcable alfombra verde de abetos y prados perfectos para la siesta- salpicada por pueblecitos con casas de techo en forma de faldón- que tienen su techo en el Feldberg (1.493 msnm), su capital en la cuidada Friburgo (otro día, más tranquilamente) y su balneario en Baden-Baden, ciudad tan insípida y redicha como popular entre entre esos misteriosos elementos fiscales (rusos a ser posible) que sólo pagan con billetes de 500€.

5 de enero de 2012

Valencia city-motion

Tras haber visto en los últimos meses varios vídeos realizados con la técnica time-lapse, de excelente calidad técnica y fabuloso resultado artístico, una noche, justo cuando se apagaron las luces y me acurrucaba como un gato, tuve la idea de entretener mi siguiente tarde experimentando con la cámara.

La idea era sencilla: deambular por la ciudad- en este caso Valencia- para hacer fotos a mansalva y captar la vida, el movimiento incesante desde distintas ubicaciones, en cualquier lugar según se dieran las circunstancias, sin buscar mejores encuadres, sin estudiar ni medir la luz, sin trípode; sobre una papelera, un banco, un contenedor o una valla. Luego había que darle ritmo al movimiento congelado, como la animación de dibujos a lápiz en la esquina de un cuaderno.

Las fotos están casi crudas y el vídeo no tiene edición; sólo abunda la paciencia del principiante que necesita aprender para manejar software nuevo y la ilusión por adentrarnos en un campo nuevo y complejo.

En fin, esto es Valencia city-motion...

2 de enero de 2012

Biarritz: costa de vascos, gascones y ballenas

De puerto ballenero a balneario de religión surfista, así sería un resumen tacaño de Biarritz, una ciudad que siempre ha mirado al mar.
Ni Víctor Hugo ni la Emperatriz Eugenia (esposa de Napoleón III) pudieron resistirse a un lugar dotado de tantos encantos que parece tocado por una varita mágica: la de su irresistible costa, en la que el Cabo de Saint-Martin y la Rocher de la Vierge marcan el fin de las playas arenosas al Norte y el inicio de los acantilados vascos.
Por mucho que se mezclen palacios con apartamentos, iglesias y fachadas de cristal, patisseries o tiendas Quicksilver, mientras podamos dar la cara a este mar, rocas y playas, sitios como Biarritz siempre van a poder presumir de reunir calidad... y otra historia será soportar en nuestro pellejo las aguas balnearias del Cantábrico.