21 de enero de 2012

Hondarribia: Jaizkíbel, Txingudi

La costa cantábrica es caprichosa y quebrada, con ese juego de entrantes y salientes que parecen el pulso nervioso de un niño inventando un mapa o una cordillera en el horizonte. Al Norte de Hondarribia- hasta 1980, Fuenterrabía-, el Cabo Higuer rompe el arco que baña el Golfo de Vizcaya y protege la Bahía de Txingudi, mansas marismas y arenales que hemos colonizado y dibujado con un curioso perfil de espigones y pistas de aterrizaje encajados con la rendición del Bidasoa.
Los vascos son como los galos en los cómics de Astérix para los romanos: irreductibles, le dan la cara al mar y al monte. No descuidan su territorio: lo conocen, lo transmiten, lo respetan y lo disfrutan, vitaminas para el nacionalismo pero a la vez semillas de éste, que se agarra a la tierra que pisamos como ninguna otra política.
Hondarribia vive la dialéctica del verde y el azul: bajo los balcones de la calle San Pedro del barrio portuario tomando unas croquetas caseras, entre las murallas de la parte vieja (Alde Zaharra) que se asoma a Hendaya y en la Ermita de Guadalupe, en las faldas de Jaizkíbel; mar por un lado, prados y bosques por otro, paredes blancas, tejas rojas, callejas empedradas. Y el Alarde es en verano.

1 comentario:

  1. Me va a encantar volver allí en verano... cómo destaca el colorido de las casas es un recuerdo precioso.

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