El país de los bosques de madera de teca y de los desayunos a base de arroz frito no tiene fin, es un tórrido y húmedo despliegue infinito de templos, tamarindos y flamboyanes, pagodas, budas, monasterios, mangos y drupas de betel, monjes, naturaleza y arte, exquisita, elegante y refinada o de lo más kitsch. Como este guión tiene las palabras contadas, es mejor dejar que sus últimos coletazos los den las fotografías.
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