¿Qué puede ser mejor que pasar una tarde soleada, de temperatura y brisa agradables, retozando en una playa casi desierta? Un buen aderezo de compañía y el relevo que, como agujas sincronizadas de un reloj, la inmensa luna le da a una puesta de sol con todos los amarillos, naranjas y malvas, dejan la respuesta en blanco.
Manga corta, calcetines fuera, colección de conchas, olas que masajean los oídos, arena por todo el cuerpo, sueños de saltimbanquis... qué poco hace falta para disfrutar.
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