24 de marzo de 2011

623 días

Ése es el número de días que, hasta el pasado domingo, habían pasado antes de que me volviera a poner un dorsal. La última vez fue en la Sierra Nevada Límite Road 2009, una durísima prueba de 200km en bicicleta por tierras granadinas. Nunca me he considerado un deportista competidor; en realidad, en ese periodo lejos de los cronómetros y puestómetros he pasado muchos de mis mejores días como deportista, por el simple hecho de estar disfrutando- a veces como un ferviente devoto al deporte- con lo que hacía.
Pero es cierto que la competición, entendida como reto deportivo, anima al hábito de practicar deporte y entrenar, concienciarnos de que hay una meta, algo que conseguir o alcanzar. En muchas ocasiones, o casi siempre, se convierte en el alimento del cuerpo y la mente para mantener el nivel de exigencia personal y las ganas de mejorar. Tener un objetivo puede llegar a ser algo fundamental. ¿Es la lucha por alcanzar los objetivos lo que hace feliz a la humanidad? (Fridtjof Nansen)
Desde que hace unas pocas semanas me propuse correr la peculiar cifra de 21.097 metros en el III Medio Maratón Costa de Barcelona-Maresme (Calella, Barcelona), he estado preparándome a conciencia, al principio pensando en hacerlo rondando la hora y media, luego poniendo el objetivo en mi mejor marca en esa distancia (poco menos de 1h 28', hace lustro y medio) y finalmente haciendo un optimista pronóstico de 1h 24'. Los entrenamientos daban buenos datos y un amigo, muy conocedor del mundillo competidor y el sacrificio deportivo, me dijo que perfectamente podría estar corriendo a 4'/km... y a éso iba yo, temiendo una mala salida o desfondarme en los últimos kilómetros.
La mañana amaneció soleada y con una temperatura perfecta para hacer deporte, y tras un buen desayuno, estiramientos y calentamiento comenzó la prueba con 1.500 participantes. Hice bien la salida y me puse a correr a mi ritmo, concentrado. Todo iba bien y los primeros parciales me iban dejando por debajo de 4'/km, pero aún quedaba un mundo. Como siempre me ha pasado en pruebas de fondo- y cuando no ha sucedido era porque llevaba malas sensaciones-, mi ritmo era algo así como un tren que va recogiendo vagones, adelantando sin prisas, pero sin pausa. A veces hasta se formaba detrás mía una buena cola al resguardo del viento que soplaba de frente en la primera mitad de carrera.
Entre los kilómetros 10 y 15 tuve dudas de si podría aguantar el ritmo hasta el final, pero mantuve la confianza en mis buenas sensaciones. En el 17 aumenté un poco el ritmo y de nuevo lo hice en el 19, para no parar de progresar hasta el final. Cuando vi que iba a estar por debajo de mi mejor perspectiva ni me lo creía: 1h 22' 19'' y el puesto número 56.
Sin duda lo mejor, como siempre, la satisfacción personal de cumplir y mejorar mis objetivos, haberme sabido sacrificar, exigir y exprimir, ése es el reto, con dorsal o sin él.
Y ahora, ¿nos vamos a entrenar? Claro que sí...

1 comentario:

  1. Qué carota la gente, poniéndose detrás tuya para que no le diera el viento jeje haber corrido en zig zag para ponérselo chungo! jejeje Otro año que estés por aquí te haces la nocturna del Guadalquivir con Juanfran :)

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