En el corazón del interminable descenso al mar del río Irrawaddy, con una llanura de inundación tan amplia que parece un tríptico desplegable que nunca se agota, cualquier accidente geográfico se convierte en una atalaya colosal.
Este es el caso de la colina de Mandalay, desde donde la vista se pierde entre campos de arroz y las no muy lejanas montañas que conducen al ferrocarril hasta Maymyo, localidad de reposo para las élites británicas durante el periodo colonial.
Hoy, los jóvenes más avezados- con una estética que mezcla sus tradiciones con la moda occidental-aprovechan los domingos para subir al mirador y practicar el inglés con los turistas. Espontáneos pero inocentes, se muestran curiosos por la vida fuera de sus fronteras y por lo que sabemos sobre Myanmar, tan conocedores de Cristiano Ronaldo y Lady Gaga como de las trabas que los uniformes militares del gobierno les imponen para alcanzar sus sueños.
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