3 de abril de 2012

Laridae

En un alarde de elocuencia y economía del lenguaje uno dijo que las palomas son las ratas del aire.

Que las ciudades son un punto de encuentro y acumulación de suciedad y residuos no escapa a nadie, igual que la asquerosidad de las palomas urbanas las hace merecedoras de un estampa sellos tamaño de elefante. Por glotonas están gordas y casi impedidas para volar; comen cualquier cosa, ser u objeto que encuentren en el suelo o lo que caiga de las manos de unos cuantos insensatos. La mitad están cojas o con mutaciones, y lo llenan todo de mierda tóxica, seguramente, colmada de radiactividad. El siguiente escalón en la codicia alimentaria y en la lucha por la ciudad lo ocupan las molestísimas cotorras y las gaviotas- mejor no hablar de sus deposiciones-.
Sin embargo, el cuento cambia de apariencia cuando éstas se encuentran en un hábitat menos bañado por el hormigón: espacios marítimos con rocas y acantilados donde posarse y chillar, empujarse y despegar para planear hasta el siguiente farallón. Siempre le dan un aspecto bucólico a la puesta de sol, pero no nos engañemos, nuestra percepción está alterada por la relajación que nos reportan las olas y un paisaje medianamente natural; si pudiesen nos quitaban hasta los empastes...
El control de determinadas especies en las ciudades es cuestión de higiene, porque nunca he escuchado a nadie pidiendo que le suelten un muñeco de barro desde el cuarto.

1 comentario:

  1. Magnífico texto! Cómo eres capaz de quitarme las palabras del pensamiento y escribirlas tan fielmente? Eso no quiere decir que tus fotos no merezcan un "olé" de ésos tan españoles, jajaja

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