27 de mayo de 2013

Islandia (XXVII). Siempre hay más, y más...

Como si al zambullirte en la playa de toda la vida encontraras un arrecife de coral; o como si metieras la mano en un río de Alaska y la sacaras llena de pepitas de oro; no pasa un rato en Islandia sin que te sorprendas con su geografía temeraria, o te sientas vórtice en una panorámica que gira y gira sin cesar.
A lo mejor por eso un par de trolls se quedaron tiesos frente al mar en Lóndrangar, mirando el histriónico rojo a su alrededor mientras trataban de comprender el extraño mundo de cráteres y rocas que los rodeaban.
O tal vez sea el motivo de que no se oiga ni un mosquito en Grundarfjörður. Todos sus habitantes están en guardia por si se moviera Kirkjufell, un espolón rocoso como una pirámide egipcia; o angustiados, no vaya a ser que las cumbres de Hellgrindur dejen de suministrar agua al torrente de Kirkjufellsá.
Como para perderse Snæfellsness...

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