10 de mayo de 2011

Descalzos por Estambul: la Mezquita Azul

El carácter de una ciudad se moldea por la naturaleza que la sustenta, su historia, los modos de vida y sus costumbres culturales y religiosas. Sobre Estambul ya hemos hablado del Bósforo y los mercados, pero si algo busca el viajero cuando llega a la antigua Bizancio es encontrar algunas de las cúpulas y alminares más colosales del mundo islámico. Ahora es el turno de la Mezquita Azul o del Sultán Ahmed, imponente por fuera y hermosa por dentro, si bien podría cambiarse el orden de los calificativos.
Construida a principios del siglo XVII frente a Santa Sofía y en el estratégico emplazamiento de la mayor elevación posible, pretendía ser algo así como la cabeza visible de todo un imperio, una muestra de poderío. Y sin duda el arquitecto consiguió el propósito de su jefe, proyectó una estructura que es a la vez firme, majestuosa y esbelta, siendo hoy un reclamo e hito paisajístico de toda la ciudad... y de Turquía.
De su espacio ajardinado exterior poco podemos decir que apague el piar de los pájaros a la hora de la llamada al rezo, y de su interior mejor llegar con los ojos bien abiertos y, a ser posible, "virgen" en esto de las mezquitas. Es espléndida en su mezcla de estilos bizantino y otomano, con un inagotable repertorio de azulejos hechos a mano en Iznik, jalonados por dorados versos coránicos y un juego de semicúpulas ascendentes que son rematadas por la mastodóntica cúpula central (23'5m de diámetro y 43m de altura).
Por entero alfombrada es punto de encuentro para las oraciones y el turismo; tan es así que nada más descalzarnos y cruzar su dintel sentimos un respetuoso silencio, impropio de los modernos viajeros de bajo coste y guía top ten, ruidosos allá donde vamos con nuestras cámaras. Por supuesto es mejor repetir su visita, porque en la segunda advertimos cosas que pasamos por alto en la primera y se admira aún más el magnífico y original trabajo que con denuedo han hecho nuestros antepasados; yo aún recuerdo cómo al entrar giré el cuello, levanté la cabeza y abrí la boca de asombro.

1 comentario:

  1. La sexta fotografía ha quedado impresionante Enrique ^_^ Estás hecho un tuneador profesional!!
    Sin duda es una experiencia inolvidable sumergirse en una cultura tan diferente, y dejarse llevar por su rutina y sus paisajes. Estoy contigo, la Mezquita Azul es imponente, preciosa, y lo menos que despierta es asombro al entrar. Cada detalle es admirable, desde el contraste de los colores ( nunca imaginé que una religión tan estricta y cerrada pudiera derrochar tantísima imaginación) hasta los motivos decorativos y la estructura arquitectónica. Realmente es armoniosa.

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