Άγια Σοφία. Edificio superlativo, compendio de arquitectura y magisterio de megalomanía; primero catedral ortodoxa, luego mezquita y ahora museo, es una reliquia de la humanidad, de Bizancio, Constantinopla o Estambul, como queramos llamar a su suelo. Una de las obras de arte con las que se sueña desde la época de estudiante.
Para conseguir que durante casi un milenio fuese la catedral más grande del planeta, Justiniano supo elegir bien a sus directores de orquesta: el físico Isidoro de Mileto y el matemático Antemio de Tralles. Su genialidad logró una estructura de amplios y profundos espacios, con una planta cercana a la hectárea y una cúpula en la que poder esconder la luna (casi 32 metros de diámetro y más de 56 de altura -colosal-).
Santa Sofía no puede ser otra cosa que símbolo de una ciudad y un país esenciales en las relaciones entre dos mundos antagónicos, papel de guía que representa Turquía para el islamismo moderado fuera de sus fronteras.
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